El capitalismo se resiente y crujen varios de sus pilares. La quiebra de las principales aseguradoras demuestra, en forma contundente, el estallido de la burbuja financiera (crisis de superproducción que se expresa financieramente). Para hacer frente a las consecuencias de esta crisis el gobierno de EEUU no duda en estatizar algunas de estas empresas absorbiéndolas a través de la emisión de miles de millones de dólares. Además para asegurar la "tranquilidad" está dispuesto a seguir haciéndolo. Interesante paradoja de la ortodoxia neoliberal. Sus principales exponentes siguen levantando que el Estado no debe intervenir en economía; critican a nuestro gobierno si aumenta la inversión pública. No es la primera vez que el gobierno yanqui actúa así. Estas operaciones de salvataje buscan asegurar que las pérdidas para sectores de la clase dominante del vecino del norte no sean aún mayores. Obviamente que esto implicar á trasladar, en el corto plazo, las pérdidas a su propio pueblo y a los pueblos del mundo. Como hemos reafirmado en más de un editorial, estamos tropezando ya con umbrales de viabilidad económica, ecológica y antropológica, con el trasfondo de estas contradicciones básicas e irresolubles en el marco del sistema capitalista. Está abierto un período histórico de agudización de la lucha de clases, de confrontaciones entre los Estados y de enfrentamientos econ ómicos en el ámbito mundial, en que la principal fuente de desestabilización planetaria es la agresividad intrínseca del imperialismo, llevada hoy a extremos de poner en riesgo la existencia misma de la humanidad a través de un colapso planetario. En este contexto debemos recordar que América Latina siempre ha sido zona de influencia privilegiada de EEUU (el .patio trasero.). Así lo definía el presidente James Monroe en 1823 frente al intento de las potencias europeas de restaurar sus colonias americanas postulando la idea de "América para los norteamericanos". En función de ello no ha cesado de entrometerse en los asuntos internos de nuestros países. Tratan por todos los medios a su alcance de conseguir gobiernos adeptos a su política. Esto fundamentado como parte de su política exterior como expresa sin ningún tapujo el presidente Theodore Roosevelt en 1905: «No es cierto que los Estados Unidos sientan hambre de tierras o tengan proyectos para otras naciones del hemisferio occidental, a no ser la de su bienestar. Cualquier país que se conduzca bien puede contar con nuestra amistad afectuosa. Si una nación demuestra que sabe proceder con eficiencia razonable y de modo decente en los asuntos sociales y políticos, no necesita de la interferencia de los Estados Unidos. Las equivocaciones crónicas o la impotencia para mantener los lazos que deben sostener a cualquier sociedad civilizada pueden requerir la intervención, en América o en cualquier otra parte, de alguna civilizada. Y en Amé- rica pueden forzar a los Estados, aunque no lo deseen, al ejercicio de la política internacional". Son estas ideas la que enmarcan las acciones del imperialismo norteamericano con nuestra América. Las formas podrán variar pero el hilo conductor es el mismo. Recordemos la imposición de Anastasio Somoza en Nicaragua, "Papá Doc" Duvallier en Haití, el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1955, la expulsión de Cuba de la OEA a principios de los años 60, la Alianza para el Progreso de J. F. Kennedy. Junto con ella la invasión a Playa Girón o la de Santo Domingo por sólo citar dos; las dictaduras fascistas de la década del 70 y el Plan Cóndor; o tratados militares para la defensa regional ante una agresión extra regional como el TIAR, desnudado su verdadero objetivo de "a quién defendía" en ocasión de la guerra de las Malvinas, o las operaciones UNITAS a las que siempre nos hemos opuesto. En el documento Santa Fe IV, base ideológica del actual gobierno, existe una delimitación de los «vecinos más cercanos» (México, América central, Panamá, y sobre todo, Colombia, Venezuela, Ecuador»). En este marco de crisis económica e imperiosa necesidad de controlar su "patio trasero" es que debemos analizar la situación que está viviendo el pueblo hermano de Bolivia y su legitimo gobierno, o la denuncia de preparación de un golpe de Estado contra Lugo. El apoyo expreso del embajador de EEUU a los gobernadores separatistas de Bolivia es una clara injerencia en la autodeterminación de los pueblos. Esta táctica de "dividir para apropiarse" no es nueva. Fue utilizada, para poner solo dos ejemplos, para incorporar Texas a EEUU y para separar Panamá de Colombia. No es casual que las agencias noticiosas traten de generar la idea de que existe una equivalencia de fuerzas entre el Gobierno y la oposición. Se "olvidan" de mencionar que el presidente Evo Morales puso a disposición de la definición de las urnas su responsabilidad. El referéndum revocatorio de hace un mes lo respaldó con una votación mayor a la que obtuvo cuando fue designado presidente. Frente al accionar del imperialismo fue rápida
la respuesta de nuestro pueblo de solidarizarse con el pueblo y gobierno boliviano. Así como saludamos el rápido diligenciamiento que tuvo la UNASUR, para responder desde la unidad de los gobiernos latinoamericanos a un nuevo intento imperialista. La alerta debe ser permanente. EE.UU busca, en América Latina, romper con el proceso de unidad de los pueblos y gobiernos. Los cambios que se han producido en el continente no son del agrado de la administración yanqui ni de las oligarquías locales. En tal sentido debemos reforzar la solidaridad con la lucha de nuestros pueblos americanos. Respaldo expresado en cada uno de los lugares donde militamos.
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